miércoles, 4 de noviembre de 2009

¿Que es vivir?

¡Vivir! Significa para el inconsciente, o para el imperfectamente consciente, adquirir conciencia de que existe, se mueve y ejerce actos de voluntad.
No hay nada que pueda sustraerse a las manifestaciones de la vida, sea cualquiera la forma en que se nos represente.
El bien, el mal, lo útil, lo nocivo, lo grande, lo mezquino, el amor; el arte, el placer y el dolor; todo está íntimamente ligado a la vida, pudiendo decirse que constituye la vida misma.
Vivir, ¡oh, seres semejantes a mí exteriormente! ¿y para qué? Pregunta que ha dado lugar a innumerables respuestas, pero que nunca ha sido resuelta de un modo absoluto y eficaz.
Unos dicen que es preciso vivir para Dios, para la Ley, para el Bien y para la Justicia; es decir, para una abstracción indefinible, que varía según las épocas o el grado de cultura de las
colectividades o de los individuos; una abstracción invisible, impalpable, fantasma creado por la imaginación del hombre y en cuya persecución la humanidad se agota en vanos esfuerzos.
Otros han afirmado que era preciso vivir para la humanidad, el medio humano, el conjunto social y así los hombres han llegado a hacer abstracción de todo cuanto tendía en ellos a desarrollarse separada y aisladamente, depositando cuanto eran y cuanto tenían en el altar del contrato social. La coacción universal acabó con el último vestigio de la iniciativa personal, convirtiendo a los hombres en súbditos, ciudadanos y miembros de las sociedades, sin que en tal situación nadie se
considere más dichoso. Muy pocos son los que han proclamado que es preciso “vivir por vivir” para llenar sus funciones de bípedo dotado de inteligencia y de sentimiento, capaz de analizar la emoción y de catalogar las sensaciones.
Vivir por vivir” sin más; vivir para trasladarse de una parte a otra; para apreciar las experiencias intelectuales y morales; para gozar; para satisfacer las necesidades del cerebro o la voz de los sentidos. Vivir para adquirir sabiduría, para luchar y formarse una individualidad franca; para amar; para recolectar las flores de los campos y las frutas de los árboles. Vivir para producir y consumir; para sembrar y recoger; para cantar al unísono con los pájaros y para disfrutar del sol tendidos sobre la arena de la playa.
Vivir por vivir”, para gozar intensamente de cuanto nos ofrece la vida, apurando hasta la última gota de la copa de delirios y sorpresas que la vida guarda a quienes han adquirido
conciencia de que existen. ¿Es que esto no vale por todo el fárrago de metafísicas religiosas o laicas?
Vivir por vivir”. He aquí lo que quieren los anarquistas; pero vivir en libertad, sin que una moral extraña a ellos o impuesta por la tradición o la mayoría establezca una división
entre lo lícito y lo prohibido. Vivir, no acomodándose a convencionalismos o prejuicios;
sino siguiendo los impulsos de su naturaleza individual, sin dejarse arrastrar más allá del punto en que el uso de la vida degenera en abuso, y uno de por sí, no siendo capaz de apreciar
la vida, se convierte en esclavo de sus inclinaciones.
Vivir por vivir”. No para pensar continuamente si se está o no de acuerdo con este o el otro criterio general sobre la virtud y el vicio, sino para disponerse a no hacer ni cumplir
nada que vaya en menoscabo de nuestra dignidad individual.
Vivir por vivirsin tratar de aplastar a otros ni pisotear las aspiraciones o los sentimientos de alguien; sin dominar ni explotar, sino siendo libres y resistiendo con todas nuestras fuerzas, tanto a la tiranía de uno solo como a la absorción de
las multitudes.
Vivir, no para la Propaganda, para la Causa o para la Ciudad que se aspira a formar –pues todas estas cosas están dentro de la vida– sino para vivir en libertad cada uno su vida,
guardándose de entrometerse en la vida de sus camaradas de ideas y pidiendo solamente que se deje el camino libre a quien no comparta nuestro modo de pensar, pero rebelándonos si es
preciso contra quien se oponga a nuestro paso.
Ni jefes ni servidores, ni amos ni siervos: he aquí lo que quieren los anarquistas; lo que ellos entienden “vivir por vivir” y lo que conviene recordar continuamente. Y aunque sólo se consiga en cierta medida, esta tendencia o aspiración no deja de constituir su razón de existir, de manifestarse y de formar una “especie”.

Émile Armand